Espero que disfrutéis de este nuevo Fan Fic, de esta maravillosa Saga que, en breve, será llevada a la Gran Pantalla (Cine) :)
«Solo los inmaculados de corazón y virtuosos de alma conocerán la salvación eterna».
O
eso era lo que, por lo visto ridículamente creía hasta ese preciso instante.
Ante
mi tenía la devastadora imagen de lo que había sido, apenas hasta hacía muy
pocos minutos una aterradora batalla entre dos ejércitos. Una contienda embriagada
por el apetito ciego del poder, por el deseo desenfrenado de dominar el mundo
por encima de todo y todos.
En
esta ocasión los Nifilim eran los grandes perdedores. Aún me preguntaba si de
verdad alguna vez tendríamos la más mínima opción de ser los triunfadores y
acabar con siglos de esclavitud forzada.
Con
algunas magulladuras, hematomas y con la ropa hecha un desastre observaba
horrorizada cuales serían las consecuencias del enfrentamiento entre los
Nifilim, de los cuales yo era su líder absurdamente y de manera inverosímil y
entre el batallón de ángeles caídos, que al parecer solo seguían sus propias
reglas individuales. Pero algo cambió ese día y una nueva revelación llegó ante
mí dejándome desconcertada por completo.
Mientras
mis hombres permanecían esparcidos por el suelo en un estado de absoluto
letargo, tan solo quedábamos en pie unos pocos. Un número ridículamente
inferior al que formaba la fila de nuestros oponentes, que parecían no haberse
despeinado en la lucha. Estaban y habían vuelto más fuertes que nunca. Sí es
que alguna vez se habían marchado o nuestra condenada sangre de Nifilim nos
podía brindar alguna oportunidad… Estaba claro que no.
Entre
los caídos reconocí a Gabe, Jeremiah y Dominic, pero fue otro quién tomó la voz
reinante para romper el ensordecedor silencio que flotaba en el aire. Lo que
hasta hace unos momentos tan solo hubiese resultado casi imposible.
- Será
mejor que aceptéis los hechos.
El
joven que habló no ocultaba su malévola risa, mientras caminaba entre los
cuerpos inconscientes como quién acude a un día de rebajas, lo que resultaba
espeluznante. Estaba claro que éramos eso, mercancía para usar. Y yo no podía
tirar la toalla con tanta facilidad. Para bien o para mal era la descendiente
directa de ‘La mano negra’ y había hecho un juramento para liderar nuestra raza
y causa. No había sido mi desición, pero Hank no me dejó otra alternativa.
Me
armé de valor y dirigí una mirada furiosa para dar a conocer mi opinión:
- ¡Jamás!
No mientras sigaís destrozando vidas. Poseyendo cuerpos sin pensar en las
consecuencias que acarrean de vuestros actos déspotas.
Todos
los ángeles caídos allí presentes rompieron en tronadoras carcajadas al
escucharme.
- ¿Y
quién nos lo va a impedir, eh? ¿Tú? –siguió hablando el chico de antes-. Solo
sois simples utensilios para tomar cuando lo creamos oportuno –dijo propinando
un rodillazo a uno de la media docena de Nifilim que aún nos alzábamos sobre
nuestras piernas temblorosas.
Estábamos
acorralados e impotentes. Totalmente a su merced y hacía ya rato que
permanecíamos como condenados esperando su sentencia final con ansia para no
alargar todo aquello mucho más.
- Resultáis
tan penosos que vuestra líder es una cría como tú –continuaba diciendo-. Dime…-
caminó hacia donde yo estaba y se puso a escasos centímetros. Hice lo que pude
por no demostrar temor y retroceder-, ¿no teníais a alguien más… acto? –se
burló con una carcajada.
Había
una cosa que me preocupaba también enormemente. Scott y Tono estaban
prisioneros, y Dante yacía inmovilizado por varios caídos. Las cosas pintaban
muy mal. No podía darme el lujo de ejercer mi rebeldía en esos momentos. No con
tantas vidas en juego.
Tragué
saliva con dificultad y el joven que me hacía parecer enana a su lado clavó de
nuevo sus ojos en mi con una clara expresión de triunfo y de una secreta
promesa. Me lo haría pasar muy mal si nadie lo impedía.
- Decidme
chicos –alzó la voz para que lo oyeran sus aliados, pero no retiró su mirada de
mí-. ¿Qué podemos hacer con esta niñita? –preguntó finalmente estirando su mano
para tomar un mechón de mi cabello en una especie de fingida caricia.
Los
gritos de júbilo eran abrumadores.
- A
mí se me ocurren un par de ideas –se mofó uno.
- Podemos
divertirnos un ratito –rió otro.
- ¡Sí!
No nos importa compartirla –proclamaron unos cuantos.
El
muchacho que estaba ante mí les dedicó una radiante sonrisa a sus camaradas en
forma de aprobación. Cosa que me hizo amedrentarme por dentro temiendo lo peor.
- ¿Qué
opinas, niñita? –me insto centrándose de nuevo en mi y tirando ahora sí con
despreció de mi pelo-. ¿Estás dispuesta a recompensarnos? No es que seas la
gran cosa, pero… -revisó el lugar rápidamente con su vista-, no tenemos mucho
más donde elegir –su tono era perverso, igual que su semblante.
Capte
horrorizada el significado de sus palabras. En el ejercito Nifilim las mujeres
brillaban por su escases y la única que estaba allí plantada ante esa pesadilla
era yo. Totalmente a su merced porque por mucho que guerreara no tenía ningún
tipo de posibilidad de salir bien librada de aquel mal sueño hecho realidad.
- ¡Contesta!
–exigió el que llevaba el control de la situación. O eso parecía-. ¡¿No sabes
usar la lengua?! –y dicho esto me abofeteó. Apreté los dientes para no
derrumbarme-. ¿Tengo que enseñarte zorrita? –tirando con brutalidad de mi
cabello echó mi cabeza hacía atrás.
- ¡No!
–grité desesperada y con la vista nublada por las lágrimas. Ahora sí, la poca valentía
que me quedaba se esfumó.
Para
mi sorpresa, el muchacho aflojó su agarre. No podía ser que tuviera después de
todo remordimientos y algo se moviera en su interior al verme completamente
abatida.
Pero
pronto conocí el motivo que provocó aquella reacción, cuando oí una voz
extrañamente familiar. Hacía semanas que la había escuchado por última vez, y
ese día también venía acompañado de muchas otras imágenes que nunca podría
olvidar. Las de mi primera vez.
- ¿Qué
ha sucedido aquí? –interrogó autoritario el recién llegado.
Debía
ser una especie de alucinación porque al otro lado de donde yo me encontraba,
vi la figura intimidatoria de Patch. Iba vestido totalmente de negro y sus
rasgos eran severos. Duros. Aunque la amenazadora sombra de su mirada era aún
mucho más preocupante.
Cuando
el maldito que me retenía pareció entender la orden que trasmitió Patch en un
oculto secreto, apartó las manos de mí, y por fin me liberé de su agresión.
- Simplemente
hemos cuidado nuestros intereses, Jev –le rendía deferencia, pero no parecía
muy contento por ello-. Y ahora pensábamos tomarnos un pequeño respiro pasando
un rato agradable –comentó con una mueca vil.
Patch
recorrió el lugar con la mirada y en sus labios se dibujó una sonrisa perversa.
Era él, lo sabía, pero no lo reconocía, y yo sentía que en cualquier momento
caería de rodillas producto de un ataque nervioso o cardiaco.
- Bien
–asintió y con un movimiento de cabeza me señaló, indicándole a dos de los
ángeles caídos más cercanos a él que se acercaran hasta donde yo estaba-.
Traédmela –ordenó.
Retrocedí
unos pasos. No sabía que pasaba allí pero por lo que lograba comprender Patch
tenía un cierto rango entre todos aquellos hombres y no dudaban en cumplir sus
deseos sin protestar siquiera.
Me
arrastraron sin muchos miramientos, de forma bruta y sin esfuerzo a pesar de
que yo me resistía. El Patch que estaba allí era la mismísima reencarnación del
mal.
- ¡No!
–protesté- ¡Soltadme!
Fue
inútil y en un santiamén estaba a su lado, donde él me tomó bruscamente sin
ninguna delicadeza, colocándome de espalda justo delante de él, para que el
resto pudiera vernos.
- Ya
sabéis que tenéis que hacer –dijo Patch.
- ¿Y
ella? –inquirió el chico, el cual yo pensaba que de un modo u otro mandaba ahí,
pero al parecer nada que ver. Patch era su líder, y si no, algo muy parecido.
- A
esta –y me zarandeó un poco-, me la quedo yo. Haced lo que queráis con el
resto, pero no olvidéis nuestros objetivos y finalidad.
Se
oyeron quejas y descontentos en forma de murmullos. Por lo visto Patch les
había quitado la oportunidad de desquitarse conmigo.
- ¡Ya
basta! –vociferó.
- Jev,
hemos derrotado a un grupo importante de Nifilim esta noche –comenzó hablar
otro. Sí lo reconocía o no, ya no lo sabía, mis ojos anegados en un llanto
secreto no me dejaban vislumbrar lo que sucedía- Nos merecemos como mínimo
divertirnos un poquito con esa zorra –añadió refiriéndose a mi-. Es la
descendiente de ‘La mano negra’. El premio gordo –se cachondeó finalmente.
Aunque
el buen humor no le duró mucho, porque tras mirar a Patch se quedó tan inmóvil
como una estatua. No podía saber que vio en su rostro porque estaba detrás de
mí, pero no debía ser nada amigable al ver las expresiones de zozobra en todos
ellos.
A
esas alturas yo respiraba apresuradamente y me sudaban las manos. Síntomas que
aumentaron cuando Patch contestó:
- Veré
que tan complaciente es –me pegó más a su pecho- y si merece la pena que se
quede en mi cama –riendo recorrió con su mano libre mi cadera peligrosamente
limitando en donde comenzaba mi zona más intima.
- ¿Nos
la entregarás después? –quiso saber uno.
- Eso
depende de cómo se comporte –acercó su boca a mi oído-. Dime pequeña, ¿serás un
ángel conmigo y me obedecerás o prefieres que te deje aquí con los demás?
«Por qué me hablaba como si no me
reconociera?» Como si fuera la primera vez que nos
veíamos… «¿Estaría fingiendo?» No lo
parecía. Su actitud hacia mí era ruda, en sus palabras dejaba claro que era un
simple objeto para él, o lo satisfacía por entero o estaba dispuesto a dejarme
allí, con el resto y a su total voluntad sin importarle nada en absoluto.
- Patch
–murmuré con un nudo en la garganta.
Como
respuesta, él me giro para hacerle frente, como si no comprendiera el por qué
de aquel nombre que salió de mis labios.
- ¿Patch?
–enarcó una ceja-. Cuando estés conmigo el único nombre que mencionarás –sonrió
con sorna-, o gritaras, será el mío. ¿Has entendido?
Su
actitud era irreconocible, por lo que simplemente asentí débilmente con la
cabeza.
- Veo
que eres una chica lista.
Repartió
las últimas órdenes y a continuación, sin soltarme en ningún momento, tiró de
mi hasta el que parecía ser su nuevo coche, un jeep SRT8 de color negro, conocido por su extrema velocidad
y, viendo que no había nada cortés en sus acciones, me estremecí al saber que
debía subirme a ese coche, con un Patch aparentemente ávido de repartirme algún
tipo de lección.
Me
dejó en la puerta del copiloto sin más y se encaminó hacia el lado del
conductor.
- Sube
–dijo mientras abría la puerta de su lado.
De
soslayo calculé que posibilidades tenía de escapar en ese preciso momento, que
como solía suceder, descubrí que eran escasas, ridículas. No iría muy lejos,
sin que Patch lograra alcanzarme en apenas segundos. Era de noche y el lugar
donde nos encontrábamos no era nada halagüeño como para empezar una marcha en
solitario, perdida y sin rumbo. Además, el estado físico en el que me
encontraba tampoco ayudaba.
«Pero aún así…».
Clavé mi mirada en él. Podría ser una misión suicida, seguramente, pero huir
sería mucho mejor opción que quedarse, teniendo en cuenta al Patch que tenía
frente a mí.
- Yo
que tú, ni lo intentaría –me advirtió con tono enajenado, lo cual hizo que me
quedara aún más paralizada- ¿Quieres jugar, pequeña? –dio un portazo y en un
santiamén llegó hasta mi posición.
Sin
ninguna dificultad me subió al jeep, y a continuación, tras rodear el coche se
montó él finalmente. Colocándose detrás del volante y arrancando el motor.
Tragué
saliva con mucha dificultad. Tenía que saber que iba a suceder con él, y…
conmigo.
- ¿A
dónde me llevas? ¿Qué quieres de mí?
Él
bufó como si mis preguntas fueran estúpidas.
- ¿Necesitas
un mapa, chiquita? Podría ofrecerte alguna explicación –de reojo miró mis
piernas y torció la boca, en una sonrisa oscura- pero creo que te servirán más
los hechos que la teoría.
Aquellas
palabras provocaron en mí un calor que recorrió de manera abrasadora cada
centímetro de mi cuerpo.
«Maldita sea». Debía
reaccionar de otra forma y no caer tan fácilmente en su embrujo.
- No
te rec… reconozco, Pat… Patch –tartamudeé intentando hallar una razón a todo
aquel asunto y al hecho de que, el chico que amaba hubiese cambiado tanto.
- ¿Y
por qué deberías de hacerlo? –preguntó secamente con la vista clavada en la
carretera.
Sí
por cualquier motivo no me recordaba, como ya me sucediera a mí en el pasado,
tal vez, sería acertado hablarle de lo… «nuestro»
y, así ayudarlo a llenar las lagunas, que por lo visto tenía. Al menos,
cuando yo pasé por lo mismo, habría agradecido que hubiesen hecho lo mismo por
mí y no dejarme viviendo en la ignorancia de la situación.
Respiré
una enorme bocanada de aire para insuflarme valor.
- Porque…
tú y yo, eh… teníamos algo.
- ¿Así?
–sonaba más teatral que sorprendido. Alzó una ceja socarrón- ¿Y que era ese algo, pequeña?
Para
no flaquear ladee la cabeza por mí lado de la ventana un breve instante antes
de responder.
- Una…
relación, éramos… novios.
Con
disimulo lo observé para ver su reacción. Enseguida supe que había sido un
error, ya que me molestó sobremanera ver como parecía esforzarse por no romper
a reír.
- Así
que novios, eh –inquirió.
- -
¡Sí! –repliqué exasperada abrazándome con ambas manos el estómago.
Lo
cual debía divertirle, porque está vez no se preocupó en retener la risa.
- Dime
una cosa, niñita, ¿Cómo nos divertíamos?
La
pregunta me dejo perpleja y parpadeé varias veces… «Mmm, ¿qué quería saber exactamente?»
Lo
mejor era irse por las ramas y no pararse a pensar.
- Supongo
que como cualquier otra pareja.
- Entiendo
–con los ojos puestos en la carretera aceptó llevando una mano hasta mi cabello
y sin dar más rodeos quiso saber-: ¿Hemos tenido intimidad?
Di
un respingo al escucharlo. Al parecer, estaba más que dispuesto a verme abochornada.
- Mmm,
nos hemos besado, sí.
A
su semblante asomó una sonrisa de pillo mientras bajaba su mano hasta descansar
en mis muslos, lo que desencadenó que temblara de arriba abajo reconociendo su
tacto en mi piel.
Concentrado
totalmente en la conducción -que por cierto, la velocidad que alcanzaba con
aquel jeep ponía los pelos de punta-, y sin cesar en torturarme con esa especie
de caricias descaradas, pregunto de nuevo:
- Yo
me refiero a sí nos hemos acostado, chiquita.
Abrí
los ojos como platos.
- ¿Cómo?
Él
detuvo al fin el coche y me miró fijamente, incitante. Trasladó el toque que
ejercía a lo largo de mis muslos hacía mí entrepierna, lo que hizo que me
removiera inquieta haciendo lo posible por apartarlo. Él me inmovilizó de
inmediato con sus brazos.
- ¿Es
tú reacción un no?
- Por
favor… -le rogué temerosa de hacía donde podía ir a parar todo aquel asunto.
Me
arrepentí en seguida de implorarle cuando me di cuenta que su rostro se tensaba
destilando hostilidad. Echó hacia atrás mi cabeza agarrándome por el pelo con
muy poca gentileza, dejándome completamente expuesta a su escrutinio y
voluntad.
Peligrosamente
pegado a mi cara, donde nuestros labios y pieles entraban casi en
contacto, graznó:
- ¡Sí
o no! Es muy simple la respuesta, ¿no crees?
Al
ver que tardaba en resolver su duda con su mano libre desgarró la tela de mi
camisa dejando a la vista mi sujetador negro.
- ¡No!
–grité haciendo lo posible por darle una patada entre sus partes.
Lo
que resultaba inútil, Patch era demasiado fuerte y yo estaba malherida de la
contienda que los Nefilim habíamos tenido con algunos caídos.
Para
impedir mi ataque se echó prácticamente encima de mí.
- ¿Qué
significa esto, niñita? ¿Qué solo paseábamos de la mano y jugamos al billar, o
que realmente sí que nos divertíamos en la cama?
Estaba
tan humillada que mi visión se nubló por las lágrimas que luchaban por salir.
- ¡Quiero
oír tú respuesta! –exigió, al parecer harto del drama.
Y
yo, sinceramente no pude más. Con rabia e impotencia le espeté al fin,
apartando mi rostro a un lado para evitar que me viera abatida:
- ¡Sí!
- ¿Sí,
qué? –«¿Por qué disfrutaba
mortificándome?»
Tenía
las mejillas mojadas por mis lágrimas, pero eso no bastó para Patch. Me obligó a que lo miraba, lo que solo ayudó
a que me sintiera doblemente condenada al verme tan vulnerable bajo su control.
Pero por lo visto, esto removió algo en su interior porque por primera vez en
la noche, noté como vacilaba y fruncía el ceño consternado. Contrariado
mientras parecía traspasar mi mente con su mirada. Como cuando alguien está
concentrado en acertar lo que puede esconder un jeroglífico.
Pasados
unos minutos se apartó de mi lado como sí mi piel le resultase lava ardiente.
Mientras Patch volvía a su asiento sin dirigirme ni una palabra siquiera, yo
parpadee desconcertada por lo que acaba de suceder
Me
sobresalté cuando escuché abrirse la puerta del conductor. De soslayó comprobé
como mi secuestrador de esa noche, se
apeaba del jepp y se echaba andar hasta perderse de mi vista. La noche a esas
horas estaba ya demasiado renegrida como para distinguir algo a dos palmos de
narices en el exterior. Además, al igual que el motor, las luces del coche
también se hallaban completamente apagadas.
Un
golpe secó a mi costado me hizo gritar del susto, pero antes de que me pusiera
a vocear pidiendo auxilio como una histérica, entendí que se trataba de Patch.
De alguna manera eso logró tranquilizarme, aunque era un consuelo un poco
estúpido teniendo en cuenta que nuestro reencuentro transcurría en términos
nada halagüeños.
- Ven
conmigo –anunció con sequedad mientras de forma rápida y con auténtica pericia
me sacó del jepp casi en volandas.
Una
vez fuera, aferré los extremos de mi camisa rasgada e intenté taparme juntando
ambos lados todo lo que pude, algo prácticamente inviable cuando tan solo
contaba con una mano.
Olvidando
por unos instantes este hecho, forcé la vista para escrutar el lugar exacto en
el que nos hallábamos. Era absolutamente imposible. El maldito cielo encapotado
no facilitaba la tarea.
Sujetada
por la muñeca por Patch, este comenzó andar de manera inconmovible unos pasos
por delante de mí, llevándome casi arrastras, ya que yo no podía seguir su
ritmo. A lo de no ver bien, había que sumarle las heridas y el agotamiento de
mi cuerpo.
- Para,
por favor… -rogué.
- -
Estamos llegando –soltó sin detener el paso, ni voltearse.
Tenía
frio y me dolían los pies, lo que dificultaba que pudiese andar correctamente,
y menos cuando no alcanzaba a visualizar el terreno en el qué me movía.
Tropecé
con algo, probablemente una pequeña piedra, pero fue más que suficiente para
perder el equilibro. Cuando pensé que mi cara besaría el irregular suelo, unos
brazos fuertes me sostuvieron justo a tiempo para evitar tal desenlace.
- ¿Qué
ocurre? ¿Es qué no puedes caminar? –preguntó acusador, pero noté también en
seguida, como me estrechaba más contra la seguridad de su cuerpo, y como sus
manos descaradas buscaron mis nalgas.
- Yo…
estoy cansada –admití con sinceridad cerrando los párpados.
En
un santiamén sentí como Patch me aupaba para llevarme en brazos. Cuando
nuestros rostros estuvieron de nuevo uno cerca del otro a escasa distancia,
contemplé esa mirada perversa como el manto de una noche llena de muerte, pero
también sobre todo, discerní un brillo aciago en sus ojos. Una infelicidad tan
manifiesta que me quebró por dentro, haciéndome estremecer de arriba abajo.
No
sé cuanto caminó, yo simplemente me había dedicado a enterrar mi cara en el
abrigo de sus músculos y esa sensación reconfortante me había evadido por
completo de la realidad. Al menos hasta que fugazmente me pareció reconocer el…
«¿Delphic? ¿La caseta que llevaba
hasta el apartamento de Patch? ¿Era allí donde estábamos?».
Un
escalofrío se apoderó de mí ser cuando me asió de sus brazos. Me sentí huérfana
sin su piel calentando la mía.
Cerré
los ojos odiándome por ser débil cuando era más que obvio, que él no veía aquel
pequeño encuentro como algo
maravilloso. Todo lo contrario, daba la impresión de…
«¿Odiarme?
¿Ser mi enemigo?».
Cuando
enfoque de nuevo la vista al frente, me topé con la mirada oscurecida de Patch,
solo que más que contemplarme como a un rival que había que aplastar, me
observaba incitante, con un brillo voraz que me dejaba totalmente desnuda ante
él.
Su
vista tomaba muy buena nota de mis pechos envueltos por el sujetador. Todo
gracias a mi camisa rota.
Ruborizada
me apuré a aferrar ambos lados y cubrirme todo lo que me era posible. Esto hizo
que Patch soltara una carcajada presuntuosa.
- Me
parece muy hermoso tú pudor, pero sí nos hemos acostado ya antes –se aproximó y
me arrancó las manos de la prenda, manteniéndomelas apretadas a ambos costados
de mi cuerpo y así poder disfrutar de la visión que había intentado privarle
por todos los medios-, supongo que te habrás desnudado para mi, ¿o es que lo
hacíamos vestidos? –se reía, lo sabía, pero aún así tuvo la delicadeza de no
romper en una risotada.
- Las
cosas son diferentes, han… cambiado –balbuceé al ver que el muy descarado no se
molestaba ni un poquito en apartar la vista de mis senos para disimular.
Al
escucharme simplemente se encogió de hombros y con displicencia aseguró:
- Bueno,
podría ser –elevó una mano hasta mi mejilla para comenzar una deslizante
caricia que lo llevó hasta uno de mis pechos, donde pellizco el pezón a través de la fina tela-,
pero podemos… recordar los viejos tiempos también, ¿no crees? –inquirió con
resolución y su boca se curvó maliciosa.
- -
¡No! –me sacudí para que zafarme, pero Patch parecía hecho de granito.
Inmovible.
- ¡Tranquila!
–bramó, dejando claros indicios de que sí seguía poniéndoselo complicado y
creando rabietas, me lo haría pagar… muy caro.
Instintivamente
mis articulaciones obedecieron y no ofrecí más resistencia, simplemente me
quedé paralizada, contemplándolo con cierto resquemor.
- Bien,
así me gusta –celebró colando las manos por el interior de mi camisa y así
trazar mi espina dorsal de arriba abajo-, que te muestres servicial –y cuando
se detuvo en el cierre del sostén, temblé.
- No…
no, por favor –rogué con la esperanza de que no siguiera jugando más conmigo-.
Aquí… no –quizás sí no lo rechazaba del todo se cansaría y me dejaría en paz.
Dejando
asomar su sonrisa de pillo se inclinó y susurró en mi oído:
- Puedo
solucionar eso, y te aseguro que la próxima vez, de lo que menos te vas a
preocupar será del lugar –sentenció separándose de mí y riendo con ganas.
«¿Próxima vez? ¿Qué quería decir
con eso?».
- Vamos
–dijo Patch sacándome de mis reflexiones.
Esperaba
para que bajara por la rampilla, por el túnel que conducía hasta ese oculto
hogar que tenía bajo la superficie del Delphic. Al cerciorarse de que no
reaccionaba y que sigua en el mismo sitio sin moverme, me advirtió, o más bien…
amenazó.
- Te
estoy ofreciendo una oportunidad, niñita. No creo que tú… ejercito de Nifilim esté en una situación tan… cómoda como la tuya –el semblante era sobrecogedor-. Te lo volveré
a repetir una vez más, y te advierto que se me está agotando la paciencia… O te
comportas obediente… –dibujó una mueca burlona llena de oscuras intensiones- y complaciente, o te enviaré de vuelta
con mis hombres. Y no creo que sean tan…
tolerantes como lo estoy siendo yo contigo.
«¿Qué él era –t-o-l-e-r-a-n-t-e?
Debía estar de broma, ¿no?».
Como
tardaba, arqueó una ceja retándome a ver sí era lo suficiente estúpida como
para enfrentarme de nuevo a él.
«¡Santo cielo, estaba atrapada!».
Resollando
molesto, hizo ademán de regresar a por mí y esta vez, y muy seguramente, para
cumplir su terrible promesa. Y eso sería similar a una sentencia de muerte.
- ¡No!
–me apuré a contestar-. Haré lo que me pidas, yo…
Esta
vez no ocultó en absoluto la carcajada que brotó de su boca.
- ¿Acaso
lo dudabas, pequeña? Claro que harás lo que yo quiera y cuando yo, lo desee
–alargando una mano en mi dirección-. Ahora ven aquí, quiero llegar al
apartamento y darme un baño... -el brillo oscuro de sus ojos se intensificó- caliente… para entrar en calor.
Dudé
una fracción de segundo, pero antes de permitirle a mi mente divagar en el
significado de las palabras de Patch, me vi aceptando su mano y accediendo,
siempre protegida por él, al subsuelo de aquel lugar.
«Definitivamente estaba perdida. Y lo
sabía».
No
sabía cuánto tiempo exactamente llevaba allí parada, en medio de la sala -de
ese pisito tan chic- y sin probar prácticamente nada, de lo que Patch me había
dejado para que comiera algo.
Según
él: «Para recuperar las fuerzas».
Pensar
en lo que podría ocurrir me dejó sin aliento, con un ahogador nudo en la
garganta.
Como
si llevara semanas vagando por un desierto y necesitara hidratarme, me abalance
como una verdadera posesa a por el vaso lleno de zumo que descansaba sobre una
mesita.
Tragaba
el contenido sin pausa alguna, cuando escuché a mi izquierda el tono enfático
de Patch. Estaba de vuelta.
- Apenas
has probado nada –me regañó.
Casi
atragantándome y mientras dejaba el vaso vacio de vuelta a su sitio, intenté
justificarme:
- Eh…
no tengo mucha hambre –como seguía con la camisa rasgada, con disimulo hice lo
posible por ocultar esa parte desabrigada de ropa de su mirada atrevida.
- Sí,
ya veo –bufó con sorna-. Tal vez tengas hambre de otra… cosa.
- ¿Qué?
–dije agrandando los ojos.
Ignorándome
por completo, señaló tendiéndome la mano:
- Tienes
magulladuras, estás sucia y además, temblando. Será mejor que te lleve a la
ducha.
Mi
sentido común me indicaba que me echara a correr, pero… ¿A dónde?
Retrocedí
instintivamente unos pasos hacia atrás. Patch entrecerró los ojos y la ira
ensombreció sus rasgos, haciéndome acongojar ante esa expresión.
- ¿Quieres
que vaya a por ti? –me advirtió con tono truculento.
Tragué
saliva con demasiada dificultad. Debía recordarme que lo mejor era no irritarlo,
ya que ese no era el Patch de siempre, el que yo conocía y del cual… me
enamoré.
Con
un escueto asentimiento de cabeza caminé hacía él, y cuando lo alcancé, me dejó
pasar delante para que presidiera la marcha que nos separaba del baño. Quizás
me ponía a prueba, cerciorándose de que sí realmente habíamos sido novios,
conocería al dedillo su apartamento.
Sentí
una extraña satisfacción cuando enfilé correctamente hacía el destino
establecido. Le había demostrado una vez más, que aquel hogar no era ningún
desconocido para mi, todo lo contrario.
La
mirada de Patch era especulativa, como sí sopesara sí creer o no, en
absolutamente todo lo que yo le había confesado. Esa imagen me dio un hilo de
esperanza… Una esperanza que duró apenas nada, cuando con una engañosa calma
echó el cerrojo a la puerta del baño. Encerrándonos a ambos en el interior de
la habitación.
«¡No, no podía ser!».
El
temor a lo que pudiese suceder me impidió reaccionar, solamente me quedé allí,
erguida como una estatua, observándolo incrédula. Ni siquiera me moleste en
unir mi camisa destrozada, lo que permitía una más que nítida visión, de mi
sujetador negro.
- Creí
que…
- Desnúdate
–me interrumpió haciendo una mueca traviesa, pero en realidad, sin sonreír en
lo más mínimo.
Agrandando
los ojos titubé. Aquella especie de orden desudada de Patch me había golpeado
desprevenida.
Negando
con la cabeza para aclarar las ideas, dije:
- Yo… eh, creo no haber entendido bien. Has
dicho…
- Que te desnudes, ¿tan complicado es? –sus
ojos adquirieron un brillo burlón pero también de impaciencia.
- No me obligues… yo…
Un
tic nervioso cruzó la mandíbula de Patch, era obvio que le enfurecía mi actitud
miedosa ante él.
Dando
unos pasos a mi encuentro repuso:
- Yo
que tú comenzaría a desvestirme porque sí lo hago yo… dudo sí quiera que lleves
a poner un solo pie en la ducha –su mirada era destelleante- ¿Sabes por qué?
- N..
no –balbuceé, con cierta paz al ver que se detenía a mitad del camino.
La
mirada de Patch se demoró durante unos instantes en la contemplación de mis
pechos, lo que causó que mis mejillas se tiñeran de rojo.
- Porque
estaría más entretenido en hundirme entre tus muslos, mientras te follo una y
otra vez.
Esa
franqueza hizo que se despertaran en mi anhelos, recuerdos… Y me odie por eso.
- Tú
decides –me urgió Patch enarcando una ceja a la espera de mi decisión.
Enfadada
más conmigo misma que con él, por como las emociones me estaban traicionando,
alcé la barbilla con gesto altivo y sin dirigirle ni una sola palabra, empecé a
deshacerme de la camisa mientras no apartaba mis ojos de los suyos.
La
comisura de los labios de Patch, se curvaron en un atisbo de sonrisa. Triunfal.
- Sí…
eres una chica muy lista.
Seguramente
el sonrojo de mi rostro debía ser más que evidente porque me notaba las
mejillas acaloradas, pero aún así, seguí con la tarea. Esta vez con decisión,
me libré de los pantalones y calzado, quedándome ya tan solo, en ropa interior.
Cuando
me erguí por completo clavé la mirada en Patch y apreté los dientes con fuerza.
Él
se pasó la mano por el mentón reflexivo mientras sin cortarse ni un pelo,
revisaba cada centímetro de mi figura recta, lánguida.
- No
has terminado –señaló con aparente tranquilidad y el semblante inmutable.
- ¡¿Qué?!
–mi expresión debía ser funesta.
- Quítate
también la braguita y el sujetador –sonaba sereno pero la tensión en sus
músculos indicaba que no bromeaba.
Cerrando
los ojos con fuerza intenté hallar refugio, pero esa triste solución era
absurda, además de ridícula. Así que probé suerte por otra vía.
- P…
Patch, por favor… no…
Esos
ojos como la noche más oscura, carente de luna y estrellas, me taladraron y en
un tono cauteloso, pero no por eso menos sádico, me espetó:
- ¿No
se supone que te he visto con anterioridad ya desnuda?
Asentí
con la cabeza.
- Bien,
¡pues quiero que me demuestres por qué elegí a una muchachita como tú, tan
pudorosa y diría casi hasta inexperta, para calentar mi cama! ¿Entendido?
Tragando
saliva para deshacerse del nudo que tenía en la garganta, seguía sin
reaccionar, y sentí que los nervios me atenazaban cuando Patch hizo un amago de
moverse hacia mí, con un gesto pétreo e implacable… Amenazador.
Quizás
ese fue el instante en el que, al fin, reconocí mi derrota durante esa noche.
Mi derrota no solo en el campo de batalla, sino ante el chico que en esos
momentos, no era más que mi captor y de alguna forma, mí verdugo. No quedaba
nada al parecer, de los sentimientos que juró que tenía hacia mí la última vez
que nos vimos.
Mi
sonrojo se intensificó cuando temblorosa llevé las manos al cierre de mi sostén
y lo solté. Apurándome a bajar los parpados para no derrumbarme, dejé caer la
prenda al suelo…
- Continua
–dijo Patch con voz ronca logrando asustarme al no esperármelo.
Alzando
un poco la vista, descubrí como contemplaba lascivo los montes trémulos que
cubrían las puntas de mis pechos.
Sin
desviar la mirada de mis senos, repitió:
- Adelante,
continua. Comienzo a a entender por qué te elegí en su momento.
Frente
a la deliberada crudeza de esos ojos oscurecidos, y haciendo verdaderos
esfuerzos para no llorar, ni suplicar, posé las manos en el borde de mis
braguitas y aunque dudé, creyéndome imposible de hacerlo, finalmente tiré de la
última e insignificante prenda hacia abajo, hasta que cayó sobre mis pies y la
aparte del medio con un leve puntapié.
Los
ojos de Patch estaban velados de pasión y mientras revoloteaba la mirada por mi
desnudez, comprobé como apretaba la mandíbula de igual manera, que en sus
costados hacía lo mismo con sus puños, logrando de ese modo que sus músculos
delgados sobresalieran perfectamente.
Estaba
a punto de decir algo, aunque no sabía exactamente qué, cuando él pasó a mi
lado, aparentemente en un estado pacífico, tranquilo, y comenzó a mí espaldas,
a abrir la llave de la ducha.
El
repiquetear del agua al caer llegó hasta mis oídos, junto con el vapor templado
y agradable, de la temperatura adecuada, invitándome a sumergirme, deseosa de
acudir al encuentro de esa armoniosa lluvia artificial.
Tenía
los párpados cerrados, disfrutando del pequeño regalo improvisado, cuando noté
una mano acariciar brevemente una de mis nalgas, detrás de mí. Di un respingo
en seguida y una risa canallesca resonó en la habitación, que empezaba a
llenarse de nubes etéreas.
- Ven
–tomándome de la mano me llevó hasta la bañera y me ayudó a entrar en ella.
Las
primeras gotas que salpicaron mi piel me pusieron en tensión, en alarma, como
había sucedido durante todo ese día, pero de inmediato mi cuerpo se fue
relajando, hasta tal punto, que llegué a olvidar por un momento que tenía
compañía, y peor aún, un público que veía en primera fila el espectáculo.
Roja
de la cabeza a los pies, y mientras intentaba taparme como podía, cambiando de
posición, le espeté:
- Puedo
ducharme yo sola. No te necesito, puedes marcharte.
- ¿En
serio?
- ¡Sí!
–chille airada por captar en muchas de sus palabras diversión-. ¡Sal de aquí!
- Te
recuerdo, que esta es mi casa y soy yo quién decide lo que haremos.
- ¿Haremos?
–pregunté repitiendo con incertidumbre.
Un
brillo infernal hizo acto de presencia en sus ojos negros.
- Sí,
haremos –reafirmó, y a continuación, sin ningún tipo de reparo, empezó a desvestirse.
Me
quedé atónita, y en un breve intervalo, no pude apartar los ojos de él. Su
cuerpo delgado, pero musculoso, era perfecto. Su piel bronceada aseguraba
calidez, y sus movimientos, eran como los de un depredador. Sutiles y
elegantes.
- Te
aseguro preciosa, que lo disfrutaras –aseguro, sacándose la camiseta por la
cabeza y desabrochándose los pantalones, sin apartar sus ojos de los míos. Era
pura arrogancia y seducción.
Con
el rostro en llamas, rompí el contacto visual, justo cuando quedaba ya, tan
solo, en bóxers de color negro. Apurándome a darle prácticamente la espalda.
Ojalá
tuviera encima una toalla o una manta, con la que cubrirme. O mejor aún,
¡desaparecer! Pero desgraciadamente, no.
- Bonita
visión –su tono era ronco, aprobador. Refiriéndose a la imagen que le había
ofrecido, inconscientemente, sin quererlo, de mi cuerpo de espaldas a él.
El
corazón me palpitaba alocadamente, y tenía la sensación, que el sonido podía
sobresalir, más allá, del repiqueteo del agua de la ducha. Delatándome
traicioneramente.
- Deja
de jugar… conmigo –parpadeé rápidamente para que las lágrimas no me vencieran-.
Déjame tranquila… y… -Negociar, nunca había sido del todo, una de mis
cualidades- … Podríamos lle… llegar, a un … acuerdo.
Repentinamente
sentí pegado a mi espalda, un cuerpo duro, alto, caliente, y muy… excitado, encerrándome
entre la pared y él. Impidiéndome cualquier desesperado intento de fuga.
Las
piernas me temblaron.
- Ya
he llegado a un acuerdo –afirmó, frotándose de manera deliberada detrás de mí.
Percibí la dura e inconfundible prueba de su excitación clavarse al final de mi
espalda, ya que me superaba en altura, y un escalofrío de deseo me traspasó.
Me
quedé sin aliento y apreté con fuerza dolorosa los dientes, para no dejar
escapar un gemido y/o jadeo, de anhelo.
- No…
no lo ha… hagas –tartamudeé.
- ¿El
qué? –había inclinado la cabeza, y sus labios susurraban en mi oído.
Hipnóticos-. ¿Hacerte mía justo en este preciso instante? –ronroneó travieso,
antes de mordisquear y lamer, juguetón, el lóbulo de mi oreja izquierda.
- S..
sí.
Tenía
ganas de abofetearme. Patch estaba logrando que mis temores se cumplieran. Como
siguiera por ese camino y no tuviera la suficiente fuerza de voluntad, la que
terminaría suplicando por tenerlo dentro de mí, sería yo.
- Me
deseas tanto como yo a ti –sin retirar el sonido encantador de su voz en mi
oído, atrapó mis pechos con sus grandes manos. Un gemido ahogado salió de mi
garganta, y la risa de Patch tintineó en mi oreja-. No puedes negarlo,
preciosa.
- Sí…
sí que puedo –no podía rendirme. No quería.
- Tú
negativa, poco creíble, solo consigue ponerme aún más duro, de lo que estoy ya.
Me
sacudí para librarme de él.
- Shhh…
-envuelta entre la cárcel de sus músculos y el muro de baldosas que tenía,
frente a mí, aquella intentona pasó a mejor vida-. Deja de comportarte como una
niñita, y demuéstrame que juntos, somos capaces de emular al mismísimo
infierno.
Y
como si tuviera pleno derecho sobre mí, me apretó más contra su ancho pecho,
echó mi cabeza para atrás, apoyándola sobre su hombro y dejándome plenamente a
su merced. Bajó la boca y atrapó mis labios, obligándome a abrirlos y de esa
forma, poder violarme con la lengua. Con desbordante intensidad, con ansioso
ardor.
Mientras
me besaba, sus manos no dudaron en oprimir y masajear mis senos. Tirando un
poco de los pequeños capullos que se alzaban en la cima de mis pechos y
jugueteó con suavidad con ellos. Mis pezones no tardaron en endurecerse
doblemente, con su tacto lleno de habilidad.
- Patch…
-pronuncié su nombre maquinalmente, aún con su boca unida a la mía, e
instintivamente busqué más su contacto, pegándome más contra él.
- ¡No!
-bramó molesto, cuando me oyó llamarlo Patch.
Gruño
ante mi reacción e incrementó el beso, con más fiereza y menos delicadeza. Una
de sus manos fue descendiendo lentamente por mi vientre, hasta hallar el
principio de mi pubis. Y se detuvo.
Respiré
agitada, cuando rompió el morreo en toda regla, que nos estábamos dando, y me
contempló en total silencio unos instantes.
El
agua que caía por encima de nuestras cabezas, parecía recrear algún tipo de
música relajante cuando golpeaba nuestra piel al caer. Casi hasta celestial.
La
imagen de Patch mojado, con el agua bañando cada centímetro de su glorioso
cuerpo, logró estremecerme. Era endiabladamente atractivo. Un mal atrayente…
Demasiado.
- Cuando
te vi, supe que serías mía, y no estoy dispuesto a esperar, ni a jugar a las
citas o conquistas, para follarte.
Su
mano llegó ahora, hasta el triángulo de mi sexo, quedando oculto cuando plantó
su palma en el. Creí que me desmayaría.
- Para…
-retiré la cabeza del apoyo de su hombro y la bajé porque no soné muy
convincente, lo que tuvo como recompensa, que Patch hiciera una mueca
presuntuosa.
- Pararé
cuando haya terminado contigo.
¿Qué
quería decir exactamente con aquella frase?... «Cuando
haya terminado contigo».
Tragué saliva con nerviosismo.
Aquellas
palabras me inquietaron y como era costumbre en él, leyó correctamente las
preocupaciones que martilleaban mi mente sin piedad.
Enarcó
una ceja y sonrió de manera sagaz, pero también burlonamente.
- Eres
muy inocente, pequeña. Creo que tenemos ideas muy diferentes de castigos –enfatizó la última palabra con
un humor ácido.
Con
dedos seguros, los que dan la práctica, formo círculos por mi clítoris. Acariciándolo,
frotándolo…
- ¡No!
–protesté, pero él me inmovilizó.
Sí
–repuso separando los labios vaginales mientras aceleraba la fricción en mi
sexo-. Sí, aquí y ahora –sentenció.
Cerré los ojos ruborizada e intenté aferrarme a la
pared que tenía ante mí, con manos trémulas, lo mejor que pude. Empezaba a
notar la humidad y el palpitar de mi vagina, y de nuevo sentí ganas de llorar.
De llorar, por no empujarlo y luchar, y lo que era aún mucho peor, por el
deleite que me causaba el placer que me estaba dando. No podía pensar con
claridad, porque sólo existían las sensaciones, la seducción y la lujuria.
Introdujo un dedo en mi hendidura e hizo que de mi
garganta brotara un diminuto grito de sorpresa y de disfrute.
- Niégame
que no quieres esto, Nora –salpico de besos mis hombros y cuello.
Como no quería darle esa satisfacción, guardé
silencio, sellando mis labios con verdadera demencia.
- ¿No
respondes? –musito melosamente a mi oído-. Puede que tal vez, necesites un
aliciente –y dicho esto, guió un segundo dedo y lo metió, junto con el primero,
hasta los nudillos.
Jadeante, di un respingo y mis paredes internas
estrangularon a esos dedos invasores, que sin detenerse en lo más mínimo,
comenzaron a masajearme por dentro, para después pasar a simular, metiéndolos y
sacándolos, un coito con ellos.
- Por
favor… -sollocé en medio de una neblina de pasión y de reproches.
- Quiero
oírte gemir, gritar de placer –murmuro aumentando la caricia entre mis muslos,
y acompañándola igualmente, con la mano que había dejado en uno de mis pechos-.
No te niegues a esto, porque… pasará. Quiero una mujer esta noche, y esa mujer
eres tú.
Y de momento consiguió otra nueva derrota en mí,
porque aunque intenté morderme la lengua para acallar mis sentidos, Patch los
derribó fácilmente con su exquisita
y experimentada habilidad, desencadenando que de mi garganta salieran gemidos,
en un primer momento más débiles y a continuación, más audibles, ruidosamente
sonoros.
- Así me gusta, eres una buena chica –percibí la
risa en su voz, pero en aquel momento, y con esa especie de marea abrasadora
que me arrastraba hacia algún lugar sitio, a las alturas, me daba absolutamente
igual-. ¿Te gusta lo que te hago?
- Sí… -borboté irremediablemente.
- - ¿Mucho? –insistió él, sin dejar lo que hacía.
Involuntariamente,
y a modo de respuesta, mi cuerpo comenzó a bailar una danza sensual. Frotándose
contra la rigidez de sus músculos fuertes, y sobre todo, contra su más que
endurecido miembro.
Lo oí
gruñir, con sus labios pegados a mi nuca, mientras se unía y me acompañaba, en
esos sinuosos y eróticos movimientos.
- Me vuelves loco –dijo cuando una cima se
vislumbraba ante mí, prometiéndome algo fabuloso, grandioso…
Pero de
repente, Patch frenó todo aquel despliegue de habilidades y locura, retirando
las manos de sus ocupaciones los últimos instantes, y llevándolas a mis caderas,
donde detuvo el vaivén que ejercía al restregarme con su polla.
Parpadeando
confundida, puse voz a algo que pretendía ser un pensamiento:
- No… no, te… detengas.
Sentí
como recorría con sus manos mi cintura y su aliento en mi oreja.
- Es bueno oírte decir eso, porque no lo haré –su
mano de deslizó por uno de mis muslos, separándolo un poco del otro, y todo mi
ser tembló. Estaba llena de frustración por haberme dejado a medias-. Estas
caliente, puedo notarlo… Lista para mí –su otra mano desapareció de mi vientre,
pero en segundos, comprendí su nueva ubicación.
Su falo
paseaba por mi trasero, conducido por un Patch incitador.
- Relájate –inquirió él.
Me tensé
mucho más, cuando pude captar entre mis nalgas, como entraba y salía, apenas
del portal, sin penetrar en realidad, lo que sería su glande.
Agrandé
los ojos horrorizada.
- No… no creo que…
Me
resquemores le arrancaron una sonrisa. Depositó un beso fugaz en mi hombro y
dijo:
- No, yo tampoco creo que puedas… al menos de momento
–era evidente que se tronchaba por dentro y que quizás, todo aquello le parecía
muy divertido-. Para no ser virgen, pareces como sí lo fueras –quizás se
trataba de una pregunta, envuelta con el disimulo de un simple comentario.
Me
tambaleé unos segundos sobre mis pies inestables y sin querer, choqué contra
él. Patch me mantuvo erguida sin esfuerzo alguno. Probablemente, mover un muro
de hormigón hubiese sido más sencillo.
- ¿Nerviosa?
–inquirió socarrón.
- N…
no –mentí.
«¡Oh, Dios mío, sí que lo estaba!».
- Yo
que tú lo estaría sí no fueras… obediente
–puntualizó, mientras separaba más mis piernas-. Pero sí te portas bien, no
tienes por qué. ¿Entendido?
Hubiese estado bien poder decirme, que asentí con la
cabeza al responder, porque andaba como un cervatillo asustado ante la
presencia de un depredador salvaje que me asechaba, pero era tal el anhelo que
Patch había despertado en mí, que rogaba porque pusiera fin y aplacara el nudo
de deseo que sentía aflojarse y distenderse en mí pelvis.
- ¿Entendido?
–al parecer, no le bastaba con mi asentimiento de cabeza.
- Sí
–repuse de nuevo.
Volvió
a inclinarse y apoyar mi cabeza sobre él, para besarme de nuevo. Sus
labios exploraron cada contorno de los míos, para después rematar en un largo y
exigente beso. Nada tierno, pero tampoco fue agresivo.
Mientras
nos besábamos, noté como su falo hurgaba ya, en la parte externa de mi vagina,
paseándolo por dentro de los labios, y provocándome. Patch silenció mis gemidos
de sorpresa y de sobresalto, ahondando más en el beso que nos dábamos.
Me
estaba volviendo loca y mi sexo comenzaba a palpitar cada vez más. Lo notaba tan
duro…
Friccioné con más fuerza contra su entrepierna,
frotándome contra él. Dándole permiso para que me tomara.
El sonido gutural que brotó de su garganta reverberó
en el interior de boca.
- ¿
Quieres que te folle, preciosa? –dijo interrumpiendo el beso y mordisqueándome
el labio inferior.
- Sí…
-aquella afirmación sonó más como un gemido desesperado-. Hazme tuya… Me estas
torturando –lo necesitaba, quería sentirlo dentro de mí. La agonía de la espera
era insoportable.
- Dobla
un poco la rodilla –dijo, acomodándome en la postura que deseaba-. Así… Muy
bien.
Para hacerlo más fácil, Patch aferró una de sus
manos en mi pierna ligeramente doblada, y buscó la mejor manera para apoyar
todo mi peso en él, y así ahorrarme el esfuerzo de hacer malabares para
sostenerme únicamente sobre el suelo, con un pie prácticamente.
El agua seguía empapándonos sin cesar. Era como un aliciente más, que me nos
arrastraba irremediablemente hacía una marea de fuego abrasador.
Regresando
a la realidad, percibí como Patch colocaba su polla en la entrada de mi sexo y
hundía escasamente su glande en el principio. Jadeé dificultosamente y la
rigidez se instaló de nuevo en todos y cada uno, de mis miembros.
- Estás nerviosa –aseguró besando mi hombro y haciendo
un recorrido rápido, eficaz y excitante, con una de sus manos, desde mis senos
hasta mi entrepierna. La tensión pareció disiparme un poco, gracias a sus
maestras caricias, en los lugares exactos.
Patch
era un amante fabuloso, sabía a la perfección como complacer y volver loca a
una mujer, entre sus brazos. Como estaba haciendo en ese preciso instante
conmigo.
- Mucho mejor –musitó cuando mis gemidos volvieron
a inundar la habitación-. Tranquila… No te haré daño.
Acomodó su falo en el portal de mi vagina, emuló
pequeñas embestidas sin traspasar más allá de la entrada, con la punta de su
polla, y de repente, noté como, con un suave y potente empujón, me penetró.
Grité por la sorpresa, pero también, porque Patch
era muy grande. Su verga era larga, gruesa, y en esos momentos, completamente
endurecida.
Con la respiración trabajosa, apenas fui consciente
de la voz de Patch.
- Estás
tan apretada –farfulló retirando su falo, que no estaba enterrado del todo,
hacía atrás, al principio-. Pero no es tu primera vez… -señaló, embistiendo
ahora con un golpe seco y directo a mi interior, como sí al percatarse de que
no encontraría barrera alguna, le hubiese dado la señal que le consignaba
tomarme de la forma que quisiera, sin detenerse en sutilezas.
- ¡Para,
me… me duele! –sollocé con una punzada de dolor cuando se clavó por completo.
Él se detuvo.
- ¿Cuántas?
- ¿Cu…
cuantas… qué? –me mordí el labio mientras el dolor remitía.
- Se
supone, que esto no debería ser nuevo para ti, ¿cierto? -exclamó irrefutable,
sacando su pene del calor de mi interior- ¿Cuántas? –inquirió nuevamente, al
tiempo que sumergía por completo en mi interior su miembro sin clemencia.
El aullido de dolor esta vez quedó
espoleado por uno de auténtico placer. Tras recuperarme, aclaré, no sin mucha
dificultad:
- Hace
unos meses tú y yo… -agradecí que no estuviera de cara a él, por el rubor teñía
mi rostro-, eh… fuiste mi… mi primera y única vez –recordé como esa «única
y primera vez»,
se había prolongado durante horas. Al final esa noche, habíamos acabado
haciendo el amor, varias veces-. Bueno, esa noche…
- Apenas
dormiste –resolvió, dirigiendo las manos a mis senos. Seguía inmóvil en mi
interior-. Así que fui exigente con una niñata cándida, pura… -adivinó en un
tono desconcertantemente concentrado, serio.
Deslizó una mano a mi cadera perezosamente,
mimando la piel que encontraba a su paso, y la posó ahí. Retiró la polla
lentamente hacia fuera, y con un golpe certero y completo, arremetió de nuevo
al fondo de mi interior. De nuevo, el chillido que surgió de mis labios,
también vino acompañado por un jadeo de complacencia.
El
aliento de Patch llegó hasta mi oído.
-
Eres
mi redención…
Quise
resolver mi curiosidad, pero las palabras quedaron silenciadas en mi boca
cuando Patch decidió, al parecer, que basta de charlas, y comenzó a penetrarme,
ahora sí, sin detenerse, desde atrás.
Con
la respiración descontrolada, en un despliegue de jadeos y gemidos, perdimos la
razón, dominados por la necesidad de llegar al éxtasis.
-
Pa…
-tenía ganas de pronunciar su nombre, de gritarlo mientras me poseía, pero tuve
la sensatez de refrenarme.
-
Es
lo mejor –advirtió. Era evidente que sonaba como sí aprobara mí decisión de no
llamarlo, de nuevo, Patch.
Después
de este pequeño lapsus, el mete y
saca de su polla, que en un principio había sido lento, pero con embestidas
potentes hasta el fondo, se había convertido en arremetidas rítmicas que con
cada minuto aumentaban en velocidad.
-
Te
follaré tan duro –anunció roncamente acariciando con su nariz mi cuello y
oreja-, que aún me sentirás clavado en ti, durante días.
Esa
frase me excitó doblemente. Sonaba muy erótica pronunciada desde su boca.
-
¿Deseas
sentirme durante días a… - llevó una mano hasta mi clítoris, esa zona que
quedaba libre de las embestidas que continuaban sin cesar, y lo tocó con
abrumadora precisión-, aquí?
-
¡Oh!
Yo… -entre que lo sentía tan profundamente enterrado con aquel inagotable
coito, y que además, sumó a esa deliciosa tortura la pericia de su mano, estaba
enloquecida, y eso se notó cuando le supliqué-: Sí, por favor… Quiero sentirte
dentro de mí, ahora… -los desesperados gemidos, sentenciaban por breves
instantes mis palabras al olvido-, mañana… pasado… Siempre.
-
Lo
sé, por eso estas aquí –señaló, arrogante.
Me
aferró más contra él y empujó en mi interior de manera más tempestuosa,
haciéndome ascender y precipitarme, hacía un precipicio que parecía no
finalizar jamás.
-
Me
sujetas con tan fuerza en tu interior –siguió, hundiendo el rostro en mi
cabello-. Y hueles tan bien… Me gusta.
Aunque
apoyaba con brío, mis manos cerradas casi en puños contra las baldosas
resbaladizas, estaba claro que sí aún me sostenía erguida era gracias a Patch,
porque mi cuerpo era como mantequilla derretida al sol. Un sol que ilumina la
oscuridad en una noche sin luna.
Con
consternación, noté como las oleadas de placer quedaron interrumpidas cuando
Patch paralizó su miembro, y segundos más tardes, lo sacó de mi sexo.
Me
había llevado a la enajenación, a un estado de rendición, casi de sumisión, por
lo tanto, mi voz era como un sollozo rasgado cuando hable:
-
He
hecho algo… mal –gimoteé preocupada por qué mi poca experiencia sexual, lo disuadiera
a continuar.
Perturbada,
y atrapada en la niebla de la pasión, lo incité moviendo mi trasero contra su
polla para incrementar la presión, desvergonzadamente.
-
Shhh…
tranquila, preciosa –me calmó en un tono lacónico. Algo divertido por mi total
entrega al acto.
Ayudó
a mí cuerpo tembloroso, cuando me instó a darme la vuelta hacía él y me miró
fijamente a los ojos, ahora que estábamos, uno frente del otro.
Acarició
con una mano mi mejilla y explicó:
-
Solo
quiero mirarte a la cara mientras… te follo –dijo sin inflexión, mientras sus
manos indagadoras trazaban un recorrido por mí cuerpo, por todo aquello a lo
que tenían alcance-. Ver tú expresión cuando… -percibí como su verga hacía
presión en mi vientre. Seguía estando duro como una piedra-, cuando te corras.
Y
dicho esto, me aupó entre sus brazos, y con completa maestría y sin esfuerzo
aparente, se hundió lentamente de nuevo en mi interior.
-
Sí
–accedí jadeante.
Me
aferré más hacía él, deseosa de fundir mi suavidad contra tanta fuerza
masculina.
-
Nora,
así… rodéame con tus piernas por la cintura del todo –celebró cuando obedecí.
Igual que cuando un adicto necesita su dosis diaria-. Así… Ahora, acerca tú
boquita a la mía preciosa, y bésame.
Mis
labios, tímidamente cubrieron los suyos, pero Patch desechando esa forma
ralentizada, plenamente candorosa, separó con brusca decisión mis labios. La
invasión de su lengua fue abrumadoramente sensual, consiguiendo, que
involuntariamente me frotara contra él e insolentemente, agitara mis caderas,
urgiéndolo a que se moviera dentro de mí.
El
gruñido de Patch, a pesar de que tenía su boca ocupada con la mía, sobresalió
de manera audible, por encima de cualquier ruido.
La
boca tibia de Patch, se trasladó a la curva de mi cuello, mimándolo.
- Sin
prisas, cariño –rió socarrón, utilizando ese adjetivo cariñoso, que muy
seguramente, para él, no significaba lo mismo que para mí-. Quiero disfrutar de
ti. No tenemos prisa, ¿verdad?
Totalmente
enferma de pasión, negué con la cabeza.
- No
me hagas esperar –me arqueé contra él, ubicando mis pechos a su vista y a su
alcance-. Me torturas…
- No
tanto como tú a mí –musitó con la tensión dibujada en sus rasgos, como sí
estuviera controlándose.
Hambriento,
Patch inclinó su boca a uno de mis pezones, lo rodeó con la lengua, lo chupó y
succionó dejándolo adolorido. Rodeé con mis brazos su cuello atrayéndolo más
hacia a mí para que tomara todo lo que quisiera.
Con
la cabeza oculta entre mis senos, mientras los colmaba de atenciones, me agarró
con determinación y con sobrecogedora ansía, por las nalgas, y retomó el mete y
saca de su polla. Entraba y salía con urgencia, como sí nunca tuviera suficiente,
y con cada embestirá buscara más, exigiera más. Poseyéndome con una cadencia
desbordante, ávida de rabia. Casi hasta lo oía maldecir en medio de aquel manto
velado de lujuria, por la inesperada debilidad que estaba demostrando conmigo.
- Sí
-gemía entrecortadamente, echando la cabeza hacia atrás mientras él apretaba
hasta llegar al fondo-. Hazme el amor…
- Es
solo sexo, niñita –interrumpió él, buscando mi mirada bajó la deliberada
crudeza de sus ojos negros-. Solo sexo –repitió, con semblante sardónico.
El
dolor de esa satírica afirmación fue como un puñal en mis entrañas, y
seguramente las lágrimas surcaban mis mejillas, pero el agua que caía de la
ducha, me permitía camuflarlas.
Quise
ladear la cabeza para no mirarlo, quise apartarlo de un empujón, golpearlo…
Quise poder hacer un millón de cosas en esos momentos, pero la realidad fue que
Patch, intensificó el ritmo de sus arremetidas, y sus caderas chocaban con las
mías, mientras de forma casi salvaje me penetraba.
- Nora,
mírame –dijo sereno, pero no por eso menos severo, ya que yo hacía todo lo
posible por evitar el contacto visual-. Quiero verte a los ojos mientras te
penetro –continuó, clavándose más duramente en mi vagina.
Grite
e involuntariamente mis dedos se enredaron en el cabello oscuro y mojado de
Patch, recreándose en su sedosa textura, pero más que nada, porque sentía mí
cuerpo desmadejado, y temí desplomarme.
Los
ojos de medianoche de Patch, brillaban como diamantes mientras mí interior
apretaba con agonizante fuerza su pene, recibiéndolo y acobijándolo con deleite
traicionero, cada vez que entraba en mí, una y otra vez.
-
No
–gimoteé por ser tan endeble y cumplir todas y cada una, de sus órdenes.
-
Siénteme
como me entierro tan profundamente dentro de ti.
Con
la fiereza de sus acometidas, mis senos danzaban provocativamente ante sus
ojos.
-
Tienes
unas pechos preciosos –aplaudió con voz ronca, y de forma fugaz mordisqueó las
puntas rosadas y tiesas, de mis pezones, acelerando los embates casi hasta la
locura.
-
Por
favor…
La
tensión iba creando una espiral en mí vientre mientras ascendía en una carrera
frenética, y un estallido punzante, casi doloroso explotó en mi interior,
cubriendo cada célula de mi cuerpo en deliciosos espasmos, haciéndome gritar.
Patch
me había hecho llegar a un clímax devastador. Me había hecho descender al mismísimo
submundo para traerme de vuelta, al paraíso terrenal.
Envuelta
en esa nube de sensaciones, Patch buscó su propia deliberación, y escasos
minutos más tarde, se paralizó y su polla permaneció incrustada dentro de mí.
Un
sonido gutural salió de su boca, mientras me abrazaba y hundía su cabeza en el
arco de mi garganta.
-
Ángel…
-musitó débilmente.
Las
caderas de Patch permanecían moviéndose leve y ligeramente hacia delante y
atrás, sin salirse del húmedo calor de mi entrepierna, mientras los ecos del
orgasmo se iban disipando poco a poco. Como sí se negara a abandonar la unión
de nuestros cuerpos tan íntimamente enlazados.
Cuando
la bruma del éxtasis fue evaporándose, trayéndome de regreso a la realidad de
mis actos, de los de Patch, parpadeé azorada, y sobre todo, llena de confusión
cuando de sus labios brotó: «Ángel».
Era
la primera vez durante esa noche, que pronunciaba ese apelativo con
reconocimiento, con ternura. Igual que la noche que habíamos compartido juntos,
unos meses atrás, cuando… hicimos el amor por primera vez.
-
¿Cómo
has dicho? –exclamé enjuagando las lágrimas, y aprisionándolo todo lo que podía
contra mí.
Rogaba
porque Patch hubiese vuelto, y no ese extraño,
que al parecer, solo codiciaba saciar su tórrida lascivia en mí. Al cual yo
tontamente le había hecho el amor, mientras que él…
Capté
la tensión de sus músculos contra mi piel.
-
¿Qué?
–se separó lo justo, y me lanzó una mirada que se demoró un instante estudiando
mis facciones. Augurando mis pensamientos y emociones, posiblemente.
-
Será
mejor que descanses –dijo, con renovada hostilidad, ignorando mi pregunta.
Algo
terrible refulgió en sus ojos oscurecidos.
Con
una mueca de desgana, salió de mí palpitante e sensibilizada intimidad, en un
silencio tedioso, y me dejó allí, con el agua de la ducha aún empapándome por
completo.
Tomó
una toalla para secarse mientras enfilaba hacía el dormitorio, sin ni siquiera
mirarme una vez. Pero algo llamó por encima de todo mi atención por unos
instantes, a parte de su fornido y atlético cuerpo. Su espalda. ¿Dónde estaban
las cicatrices? Su piel lucía tersa, lisa, inmaculada bajo su tono bronceado.
Unas
dudas que no me sirvieron de mucha distracción, porque cuando al fin estuve
sola, me derrumbé hacía el suelo mojado de la bañera. Sentándome, llevé mis
rodillas hacía el pecho y me abracé las piernas. La angustia de lo sucedido se
posó ante mí y las tristeza arrasó con todo a su pasó. Ni siquiera sabía ya, sí
lloraba, o sí era tan solo producto de esa maldita lluvia artificial, lo que
descendía por mi rostro.
Unas
manos me elevaron, y me ayudaron a ponerme en pie con suavidad. Era Patch.
-
Hora
de que salgas de la ducha.
Cerró
el grifo, me aupó lo necesario para sacarme de la bañera y con cuidado, me dejó
sobre el suelo, erguida delante de él. Cogió una de las toallas negras que
traía consigo, y comenzó a secarme con lentitud, con una delicadeza
sorprendente después de lo sucedido.
En
un estado de aletargo, con un cuerpo entumecido por la pasión de esa noche, lo
contemple interrogante, exhausta, mientras continuaba secándome. Reparando con
atención en los rasguños y/o hematomas que hallaba a su paso. Como sí en
secreto sopesara la posibilidad de que él hubiese sido el culpable de esas
heridas. Algo que parecía atormentarle, por lo visto.
-
¿Te
duelen? –dijo, acariciando serio, uno de los morados.
-
No
–respondí negando con la cabeza-. Se irán en unos días.
-
Sí
–reafirmó meditativo. Centrado en alguna reflexión oculta.
«Y yo me creía bipolar». Medité un humor
ácido.
-
Te
llevaré a la cama –fue la tranquila respuesta que dio antes de cogerme en
brazos, envuelta en una enorme toalla, y encaminarse a su habitación.
Mí
pulso estaba acelerado y mi corazón latía con tanta fuerza, que retumbaba una y
otra vez, en mis oídos. Me costaba escuchar otra cosa.
Con
armoniosa facilidad, me colocó entre las cálidas sábanas de la reconfortante
cama, se sentó a mi lado, y me quitó inexorable, la tela mojada con la que
había limpiado mi cuerpo, dejándome completamente desnuda ante él.
Los
ojos de Patch llamearon en una mezcla de lascivia y condena.
«No pensaría seguir…».
Poniendo
los ojos como platos, trague saliva para deshacerme del nudo que se había
alojado en mi garganta.
Como
había sido siempre costumbre él, supo a la perfección lo que divagaba por mi
mente, y con una sonrisa, que no le llegó realmente a los ojos, dijo:
-
No
te preocupes, no voy a intentar nada. Estás agotada y necesitas dormir
–extendió una mano hasta mi mejilla e inició una caricia, que fue trazando poco
a poco por mi silueta. Deteniéndose y alargando más los segundos, cuando llegó
a la zona de mis pechos, que aún continuaban sensibles, enrojecidos e
hinchados-. Tal vez más… tarde.
Reprimí
un gemido intentando que no me afectaran sus insinuaciones.
-
Necesito
volver a…
Silenció
mi diatriba con un beso breve, para morder y lamer a continuación, mi labio
inferior, y apartarse en seguida. Como sí no quisiera tentar y/o poner a
prueba, su autocontrol.
-
De
eso nada –sentenció, tapándome a regañadientes con las sábanas de seda negra-.
Quiero verte aquí cuando vuelva –advirtió irguiéndose del colchón y caminando
hacía una cómoda, buscó en su interior y sacó una camiseta limpia y seca, del
mismo tono que sus pantalones, negra.
-
Yo
soy su líder… -murmuré acurrucándome por debajo de las mantas, raramente
adormecida.
-
No
por mucho más tiempo, Nora –aseguró, colocándose bien la ropa. De soslayó
advertí que guardaba algo también, en
la parte trasera de su cintura.
«¿Un arma?». No, no podía… Bostecé.
«¿Qué me estaba pasando?». Los
parpados se me cerraran, era como sí me hubiese bebido algún tipo de narcótico.
Somnolienta
lo llamé equivocadamente:
-
Patch…
regresarás, ¿ve… verdad? –farfullé casi en el duermevela con los parpados
cerrados.
Percibí
apenas una caricia en mi cabello.
-
Todo
acabará. Me ocuparé eso…
Volaba
hacia el lugar donde habitan los sueños, por lo tanto, la voz de Patch me
resultaba difusa, espectral, se entrecortaba... Como llegada desde otro plano.
-
Combatiremos,
pero no hoy, ni mañana…
El
último pensamiento que tuve antes de que la oscuridad me atrapara por entero,
fue como una sentencia de muerte.
«Enemigos…».
Nada
había cambiado. Patch y yo, seguiríamos siendo rivales hasta el final de la
lucha, en un mundo demasiado codicioso para ser generoso.
Fanfic
escrito por S.M. Afonso
cencillamente hermoso gracias
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